Las comunidades portal y su rol en la protección de la Patagonia chilena

Overview

La Patagonia chilena es un ícono nacional e internacional; uno de los lugares más remotos y de los pocos reductos prístinos que aún quedan en el mundo. Fundamental en su valor es la interconectividad de tierra y mar en los innumerables fiordos y canales, la variedad de vida silvestre y las comunidades humanas que han habitado ancestralmente estos espacios. Todos hacen de la Patagonia chilena un lugar único.

Pese a que históricamente no han sido muy visibilizadas, las comunidades de la Patagonia son fundamentales cuando hablamos de áreas protegidas, porque cohabitan los territorios colindantes, creando una relación de potenciales comunidades portal de dichas áreas. Las comunidades cercanas a áreas protegidas o áreas de alto valor natural, que reconocen tener algún tipo de vinculación con ellas, se pueden definir como “comunidades portal”. La naturaleza de esa conexión es voluntaria y puede ser cultural, ancestral, geográfica o funcional en lo económico o turístico. Ejemplos de esto último ocurre cuando la experiencia de visitación al área protegida comienza y termina en la comunidad local, ya sea por conectividad—senderos, transporte—o por los servicios de información, estacionamiento, comida, alojamiento o cobro de entrada.

Las comunidades de la Patagonia chilena tienen a su vez una característica intrínseca que las diferencia con la mayor parte del territorio nacional: el aislamiento. Ninguna otra región del país tiene un porcentaje tan alto de localidades con bajo nivel de accesibilidad, con escasa población y alta dispersión, baja presencia y cobertura de servicios básicos y públicos. A consecuencia de estos factores, estos lugares se encuentran en una situación de desventaja y desigualdad social respecto del desarrollo del país. Según el “Estudio de Identificación de Localidades en Condiciones de Aislamiento” hecho por la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo de Chile, el 80,7% de las localidades de Magallanes y el 66,6% de Aysén son consideradas como aisladas.¹

Tomás Munita

The Pew Charitable Trusts

Además, un estudio recientemente desarrollado por la Universidad Austral de Chile, que buscaba describir la relación entre los habitantes urbanos de la Patagonia chilena y las áreas protegidas, reveló que, a lo largo de la Patagonia, sus habitantes se sienten muy identificados con un imaginario territorial donde es determinante la presencia de la naturaleza, el aislamiento y una forma de vida tranquila, todo lo cual se experimenta con orgullo, algo de sacrificio y el sentido de estar “haciendo patria”.² En una cifra reveladora, el 79% de la población urbana de la Patagonia chilena reconoce que las áreas protegidas contribuyen al desarrollo socioeconómico de su región.³ Análisis hechos en países tan distintos como EEUU y Ecuador comprueban esta percepción: por cada dólar invertido en las áreas protegidas de esos países, se generó un retorno en la economía local de USD10.⁴

Las actividades asociadas a las áreas protegidas pueden mejorar el desarrollo socioeconómico de la población local a través de la creación de emprendimientos y generación de empleos vinculados al turismo responsable, además de fomentar la conservación de la cultura y naturaleza local, permitiendo conservar el patrimonio natural, histórico y la identidad étnica de una localidad.

Si la vinculación entre ambos es virtuosa y se coordina adecuadamente con la administración de las áreas protegidas, en este caso con la Corporación Nacional Forestal (CONAF), el Ministerio del Medio Ambiente o el Ministerio de Bienes Nacionales, pueden lograr que, por ejemplo, servicios como alojamientos, alimentación e incluso la administración del parque se instalen fuera de las áreas protegidas y en las comunidades, asegurando ingresos directos a sus habitantes y quitando la presión de crear costosas infraestructuras en el interior del territorio que se busca resguardar.

Chile marcó un hito en la protección de su territorio cuatro años atrás al extender su sistema de áreas protegidas en 1.35 millones de hectáreas, concentrándose así más del 90% de todas las áreas protegidas de Chile en la Patagonia.

Tomás Munita

Comunidades portal en desarrollo

Incipientemente en Aysén y más avanzadamente en Magallanes, las comunidades locales aledañas a las áreas protegidas se están transformando en comunidades portal: lugares no solo de acceso a dichas áreas, sino lugares de creciente actividad de productos y servicios asociados al turismo de naturaleza, que tratan de satisfacer una creciente demanda de turistas de distintos rincones del planeta atraídos por la excepcional belleza de la Patagonia y sus áreas protegidas de clase mundial. Si bien el COVID-19 ha afectado significativamente los flujos turísticos en el presente, tras meses de confinamiento, las personas aspiran a poder volver justamente a disfrutar de espacios naturales.

Un caso emergente y ejemplar de comunidad portal es Villa Cerro Castillo, en donde la Municipalidad de Puerto Ibáñez adquirió un sitio colindante con el Paredón de las Manos—en el que existen pinturas rupestres—en donde se construyó infraestructura que permite su visita y resguarda a la vez el sitio arqueológico. El mismo municipio acordó con CONAF que el edificio de la administración del parque nacional fuera construido dentro de la comunidad, facilitando el manejo, la gestión y la vinculación de área protegida con sus habitantes. Por su parte, el Liceo Rural Cerro Castillo ha alineado el currículum para formar a los alumnos en turismo de intereses especiales, llevándolos a visitas técnicas en otras comunidades portal más consolidadas, como El Chaltén en Argentina.

Estas distintas acciones han gatillado el interés en emprendimientos vinculados al turismo de intereses especiales; iniciativas como el “Roc’Fest”, la fiesta de escalada en roca, o el “Ice Fest Patagónico” en invierno rompen la estacionalidad turística en la zona y a la vez posicionan el liderazgo de la comuna como naciente comunidad portal.

Los habitantes de las comunidades portal son los llamados a proyectar la relación como custodios, beneficiarios y/o anfitriones de sus áreas protegidas. Esto determinará, entre otras cosas, una planificación y gestión local y regional que incorpore la conservación del patrimonio natural y cultural, mayor participación ciudadana en la gobernanza

y vínculo con sus áreas protegidas y el desarrollo de innovación productiva, transformando al área protegida en un motor económico, social y cultural de la comunidad portal. Dichas decisiones pueden ser de enorme trascendencia si se fundan en la conservación de los valores y el patrimonio local, hoy más que nunca es esencial como parte de una reactivación económica sostenible y de la restauración de la salud de las poblaciones afectadas por la pandemia.

The Pew Charitable Trusts

Citas

1. Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo, “Estudio identificación de localidades en condiciones de aislamiento” (2012) http://subdere.gov.cl/sites/default/files/documentos/zonas_aisladas2.pdf.
2. C. Sepúlveda Luque, “Línea de base social de las áreas protegidas de la Patagonia chilena” (Programa Austral Patagonia, Universidad Austral de Chile, 2020), https://programaaustralpatagonia.cl/wp-content/uploads/2020/08/Sepuilveda_LineaBaseSocial_ProAP- UACh-2.pdf.
3. Ibid.
4. U.S. National Park Service, “Sobre Nosotros” (“About Us”), consultado el 4 de junio de 2021, https://www.nps.gov/aboutus/news/release.htm?id=1821.