Mientras en Naciones Unidas conciertan el tratado de altamar, un estudio pone de manifiesto áreas marinas protegidas que requieren protección
Una investigación financiada por Pew y centrada en la biodiversidad, el hábitat y otros factores
Altamar es vasta y remota; comienza a 200 millas náuticas de la línea costera y conforma casi dos tercios del océano. Estas aguas no reciben tanta atención como los ecosistemas más cercanos a la costa, pero deberían recibirla: la zona de altamar está repleta de vida y brinda sustento a ecosistemas importantes y únicos. En la actualidad, sin embargo, toda esa vida se ve cada día más amenazada por la actividad del ser humano y el cambio climático, los cuales están provocando el aumento de la temperatura y de la acidez del océano.
En altamar, la actividad del ser humano está sujeta a relativamente pocas regulaciones, en especial, en comparación con la cantidad de normas que rigen esta actividad en aguas nacionales. El cumplimiento de las normas existentes y la implementación de medidas de resguardo ambiental resultan sumamente difíciles debido a que la zona de altamar es muy remota y no está sujeta a la autoridad de un único gobierno.
Las áreas marinas protegidas (AMPs) son una de las herramientas más eficaces en torno a la conservación y restauración de la salud del océano, según la creciente evidencia científica; sin embargo, bajo el sistema actual de ordenación del océano, no resulta posible establecer una red integral de AMP en la mayor parte de la zona de altamar. El tratado de las Naciones Unidas sobre la biodiversidad marina de las áreas que se extienden fuera de la jurisdicción nacional (conocidas por los expertos como BBNJ) tiene como objetivo abordar esta necesidad permitiendo, entre otras cosas, la creación de AMPs en altamar. Se prevé que las negociaciones en las Naciones Unidas en torno al acuerdo finalicen este año y, si los encargados de las negociaciones concretan el acuerdo, surge la siguiente pregunta: ¿Qué áreas de altamar se deben proteger primero?
The Pew Charitable Trusts financió un equipo de científicos, a cargo de Doug McCauley, un profesor universitario de Ecología, Evolución y Biología Marina de la Universidad de California en Santa Bárbara, para responder esta pregunta. El estudio que llevaron a cabo, que ha sido aceptado para publicación por la revista Marine Policy, consideró distintos factores: la riqueza de las especies, la vulnerabilidad de dichas especies frente a la extinción, la presencia de montes submarinos y fuentes hidrotermales, y la diversidad del hábitat y la productividad; es decir, una medición de la absorción de carbono de un área y su contribución a la red trófica marina. Luego los autores usaron una herramienta que se emplea para la priorización de la conservación llamada prioritizr R para poder ayudar a seleccionar aquellas áreas del océano que permitieran incluir al menos el 30 % de las características de conservación descritas anteriormente y, al mismo tiempo, minimizar la superposición con las áreas en las que más se pesca en la actualidad.
Entre las áreas incluidas en la zona de conservación del estudio, se encuentran la elevación de Lord Howe y el mar de Tasmania al sur, las cuales representan algunas de las aguas fuera de la jurisdicción nacional más productivas y con mayor biodiversidad del mundo. Estos lugares forman importantes trampolines a lo largo del corredor migratorio para la megafauna marina, como las ballenas jorobadas.
Por medio de un nuevo informe realizado sobre la base del estudio, Pew ofrece más contexto y detalles acerca de algunas de las áreas incluidas en la zona de conservación del estudio. Una de esas áreas es un lugar en el mar Arábigo, un área en la parte norte del océano Índico, que se conoce como una zona extrema de mínimo oxígeno: un lugar poco frecuente donde la densa vida marina consume tanto oxígeno que queda muy poco para el resto del ecosistema. Estas aguas albergan criaturas únicas que viven en las profundidades y se han adaptado a vivir en las condiciones de poco oxígeno, además de grandes predadores, como calamares, listoncillos, atunes y picudos.
El informe no cubre todos los lugares que se incluyen en el análisis de la Universidad de California en Santa Bárbara, pero ilustra la amplitud y la diversidad de los hábitats de altamar y de los animales que viven allí.
Los países miembros de las Naciones Unidas deberían actuar con celeridad a fin de concretar un tratado de altamar integral, en virtud del cual se establezcan protecciones significativas en áreas importantes de altamar, lo cual, a su vez, mejorará la salud del océano y beneficiará a los miles de millones de personas que dependen de un entorno marino saludable.
Liz Karan es directora del trabajo realizado por The Pew Charitable Trusts para la protección de la vida oceánica en el altamar.