El océano desempeña un papel fundamental para sostener la vida en nuestro planeta. Cubre casi tres cuartas partes de la superficie total del mundo, alberga a casi un cuarto de todas las especies conocidas y a otras que aún quedan por descubrir. Es fuente de sustento para comunidades costeras e indígenas, que han conservado exitosamente la biodiversidad del mar durante milenios, utilizando los conocimientos transmitidos por generaciones. Y proporciona miles de millones de dólares en beneficios económicos a un sinnúmero de personas. Sin embargo, las actividades humanas dañinas y el cambio climático amenazan de manera creciente la salud del océano.
Investigaciones demuestran que las áreas marinas de gran tamaño y completamente protegidas ayudan a conservar la valiosa biodiversidad y pueden revertir muchos de los impactos perjudiciales causados por los seres humanos. Las áreas marinas protegidas (AMP) también pueden mejorar las poblaciones de peces, ofrecer beneficios ecológicos a los ecosistemas vecinos, proteger a los predadores, mantener la estabilidad de los ecosistemas y ayudar a preservar culturas que tienen lazos cercanos con el mar. En la última década, muchos países han creado AMP de gran tamaño y completamente protegidas.
Estos esfuerzos están teniendo un impacto positivo, pero la biodiversidad marina continúa disminuyendo a una velocidad sin precedentes.1 Por lo tanto, los conservacionistas, junto con comunidades locales, pueblos indígenas, científicos y funcionarios del Gobierno, están buscando formas innovadoras de mejorar el panorama tras el éxito de las AMP, buscando maneras de conectar la protección que ofrecen y ofrecer un pasaje seguro entre dichas áreas para la vida marina.
En 2017, The Pew Charitable Trusts y Dona Bertarelli crearon el proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli, con el objetivo común de respaldar la creación de la primera generación eficaz de grandes AMP de relevancia ecológica en el mundo. En la actualidad, a partir de esas iniciativas, el proyecto también busca conectar las AMP y ayudar a conservar especies migratorias clave y ecosistemas marinos completos.
Con el declive sin precedentes y cada vez más rápido de la salud del océano, hay una necesidad urgente de acción. La evidencia indica que, para frenar esta tendencia al declive, es necesario proteger una mayor porción de los océanos del mundo.2 Actualmente, menos del 8 % del océano del planeta está protegido por una AMP, y menos de la mitad de ese total está protegida por una AMP alta o completamente protegida, o bien con el nivel de protección que puede ayudar a reponer la biodiversidad, aumentar la resiliencia contra los efectos de un clima cambiante y proteger las prácticas tradicionales y culturales en comunidades costeras e insulares.3 Un creciente número de defensores de comunidades y pueblos indígenas, organizaciones no gubernamentales
(ONG) y líderes de Gobierno han solicitado una protección elevada para, al menos, el 30 % del océano para el 2030, un objetivo que muchos científicos afirman que la humanidad debe alcanzar para asegurar la salud a largo plazo de nuestro planeta.4
Desde junio de 2021, los Gobiernos de todo el mundo han creado una prometedora ola de progreso en nuevas designaciones y compromisos de protección marina a gran escala, que abarcan más de 3,4 millones de kilómetros cuadrados (1,3 millones de millas cuadradas) a través de algunas de las aguas de mayor importancia biológica en el mundo. Estas incluyen las Islas Cocos (Keeling) y la Isla Navidad de Australia, la Polinesia francesa, las Tierras Australes y Antárticas Francesas y Tristán da Acuña. Adicionalmente, Ecuador, Costa Rica y Panamá anunciaron importantes expansiones de la protección marina para las Islas Galápagos, Islas Cocos y Cordillera de Coiba, respectivamente.
En noviembre de 2021, Colombia, Costa Rica, Ecuador y Panamá prometieron conjuntamente expandir y conectar sus respectivas aguas territoriales protegidas. Esta reserva de biosfera multilateral abarcaría más de 500.000 kilómetros cuadrados (193.000 millas cuadradas) a través de algunas de las rutas migratorias más importantes del planeta para distintas especies de ballenas, tortugas de mar, tiburones y rayas.
Este prometedor enfoque regional conectaría una constelación de AMP de diferentes tamaños y niveles de protección a través de “corredores biológicos”. Al igual que las mismas AMP, estos corredores protegen a las especies migratorias del daño de los seres humanos y están respaldadas por la colaboración regional y una buena gestión, una ordenación equitativa, financiamiento sostenible a largo plazo así como monitoreo y control eficientes. Las redes de AMP regionales interactúan entre sí, tanto en el aspecto ecológico como en el social, sobre grandes áreas y consideran variables como las cambiantes condiciones climáticas, las necesidades económicas y culturales, y las innovaciones tecnológicas y financieras emergentes.
Este enfoque se basa en la realidad de que las especies oceánicas, las actividades humanas y la oceanografía física y química trascienden los límites marinos nacionales. Las especies altamente migratorias recorren miles de millas para tener crías y alimentarse; las flotas pesqueras internacionales rodean las AMP recientemente designadas; y los organismos regulatorios con diferentes mandatos sectoriales operan en el mismo espacio geográfico. Toda esta actividad demuestra que el océano es un complejo entramado de interacciones biológicas y humanas que requiere un enfoque regional holístico para que la conservación marina sea eficaz. Si bien el consenso científico apunta a redes conectadas de áreas marinas protegidas como práctica recomendada, las investigaciones demuestran que el enfoque no se cumple de forma consistente.
En los próximos cinco años, el Proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli espera tener una función clave en el desarrollo y apoyo de este enfoque regional de la conservación marina en el Océano Pacífico, el Mediterráneo y el Océano Austral e islas subantárticas. Este resumen destaca algunas de las iniciativas actuales y anteriores que el proyecto y sus socios han respaldado.
Juntas, las áreas sumaron más de 10 millones de kilómetros cuadrados de aguas con protecciones altas o completas.
Sitio (que figura a nivel global entre las AMP con protecciones altas/completas, por tamaño) |
* Área con protección alta/completa |
Año(s) designado(s) |
|
kilómetros cuadrados |
millas cuadradas |
||
1. Área Marina Protegida de la Región del Mar de Ross |
1.600.000 |
618.000 |
2016 |
2. Monumento Marino Nacional de Papahānaumokuākea (EE. UU.) |
1.500.000 |
579.000 |
2006/2016 |
3. Monumento marino nacional de las islas remotas del Pacífico (EE. UU.) |
1.300.000 |
502.000 |
2009/2014 |
4. Reserva marina de las Islas Pitcairn (Territorio británico de ultramar) |
830.000 |
320.000 |
2016 |
5. Islas Navidad y Cocos (Keeling), islas de los parques marinos (Australia) |
740.000 |
286.000 |
2022 |
6. Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos Rapa Nui (Chile) |
720.000 |
278.000 |
2018 |
7. Zona de protección marina de Tristán da Acuña (Territorio británico de ultramar) |
690.000 |
266.000 |
2021 |
8. Territorio Británico del Océano Índico Área marina protegida (Territorio británico de ultramar) |
640.000 |
247.000 |
2010 |
9. Santuario Marino Nacional de Palau |
500.000 |
193.000 |
2015 |
10. Área marina protegida de la Isla Ascensión (Territorio británico de ultramar) |
440.000 |
170.000 |
2019 |
12. Tierras Australes y Antárticas Francesas (Francia) |
380.000 |
147.000 |
2022 |
14. Islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur (Territorio británico de ultramar) |
280.000 |
108.000 |
2019 |
15. Reserva marina del Mar de Coral (Australia) |
240.000 |
93.000 |
2012 |
17. Parque Nacional Archipiélago de Revillagigedo (México) |
150.000 |
58.000 |
2017 |
26. Monumento marino nacional de la fosa de las Marianas (EE. UU.) |
40.000 |
15.000 |
2009 |
29. Expansión del parque marino de Galápagos (Ecuador) |
30.000 |
11.600 |
2021 |
30. Parque natural del Mar del Coral, arrecifes remotos (Nueva Caledonia) |
30.000 |
11.600 |
2018 |
Total |
10.110.000 |
3.903.200 |
|
Territorio británico de ultramar: Territorio de ultramar del Reino Unido
* Según lo definido por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza Fuentes: World Database on Protected Areas; MPAtlas
En 2021, Tristán da Acuña finalizó la designación legal del parque marino completamente protegido de mayor tamaño en el Atlántico y el cuarto más grande del planeta. Esta ambiciosa acción fue impulsada por la comunidad y refleja la dedicación a largo plazo de la comunidad para crear protecciones analizadas, basadas en la ciencia, que mantengan la salud del océano mientras se mejora la resiliencia del ecosistema marino frente al cambio climático y se respeta la dependencia económica de la isla sobre este recurso vital. Esta acción histórica también promovió el compromiso del Reino Unido para crear un “cinturón azul” de 4 millones de kilómetros cuadrados (1,5 millones de millas cuadradas) alrededor de sus territorios de ultramar.
La comunidad de Tristán da Acuña, la isla habitada más remota del mundo, ubicada a 2.810 kilómetros (1.750 millas) al oeste de Sudáfrica, siempre ha dependido fuertemente de su pesquería local para obtener alimentos e ingresos, y comprende plenamente la importancia de la salud sostenida del océano.
Con una población de tan solo 260 personas, los habitantes de Tristán da Acuña administran un vasto y muy especial sector en el océano. La zona económica exclusiva (ZEE) de Tristán da Acuña se extiende a través de 758.771 kilómetros cuadrados (292.963 millas cuadradas), tres veces el tamaño de la isla principal del Reino Unido, y es uno de solo algunos de los ecosistemas marinos templados sin explotar en el mundo, por lo que proporciona una referencia importante para la investigación del hábitat marino.
El archipiélago también es hogar de algunas de las colonias de aves marinas más importantes en el mundo, incluyendo el albatros de Tristán en peligro crítico de extinción; el albatros pico fino del Atlántico en peligro de extinción; el petrel de anteojos; el 85 % de los pingüinos de penacho amarillo norteños del mundo, en peligro de extinción; y el ave más pequeña del mundo que no puede volar, el rasconcillo de Tristán da Acuña, que solo se reproduce en la Isla Inaccesible, uno de los dos sitios que son Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en Tristán.
Los habitantes de Tristán se consideran guardianes orgullosos del Atlántico Sur. Estas protecciones ayudarán a mejorar la resiliencia del entorno marino local contra los impactos del cambio climático y la preservación de la forma de vida de los habitantes de Tristán por generaciones. Con dicho fin, las sociedades a largo plazo con ONG como la Real Sociedad para la Protección de las Aves y el proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli continúan respaldando las iniciativas para implementar, administrar y supervisar las aguas de Tristán.
Rāhui, una práctica de conservación polinesia tradicional, continúa recuperando su uso extendido en la Polinesia francesa, donde están avanzando los compromisos recientes para conservar 1 millón de kilómetros cuadrados (386.000 millas cuadradas). Rāhui implica la prohibición del acceso a un área, o la prohibición de la extracción de recursos naturales, para promover la regeneración para el beneficio de una comunidad entera. Históricamente, en todo el triángulo polinesio, el área entre Nueva Zelanda, Hawái y Rapa Nui, la práctica tenía una función clave en la gestión de recursos naturales sostenible.
Las comunidades definirían un rāhui, por ejemplo, en parte de una laguna, o en toda la bahía o cocotales, o incluso para determinadas especies de aves o ñames, durante un tiempo determinado. Históricamente, estos períodos, que variaban en duración, permitían que los hábitats se regeneraran, las especies desarrollaran un tamaño de cosecha óptimo o las poblaciones crecieran más allá de los niveles típicos de cosecha en anticipación a los períodos de escasez o para eventos de celebración.
Cuando los europeos occidentales llegaron a la Polinesia, la práctica de rāhui disminuyó gradualmente. En algunos años, algunas islas perdieron hasta el 80 % de la población de seres humanos, principalmente debido a enfermedades traídas de Europa. Pero a pesar de la pérdida de muchas otras prácticas tradicionales, los declives en las formas de vida de la comunidad y la menor dependencia de los recursos naturales con el aumento de las importaciones, el rāhui ha sobrevivido como parte de las culturas y tradiciones locales.
En la década de los 80, en la isla Rapa en las islas Australes, la llegada de los congeladores condujo a la sobrepesca de peces costeros, ya que los pescadores locales comenzaron a almacenar la captura para venderla en la isla. El liderazgo local respondió creando un rāhui en el modelo ancestral para proteger la bahía principal de la isla. En un esfuerzo por imitar su éxito en la recuperación de poblaciones de peces, el renacimiento del rāhui se ha extendido en toda la Polinesia francesa, y muchas municipalidades han restablecido gradualmente las zonas de protección en sus lagunas, incluidas Teahupo’o, Teva I Uta y Tautira en Tahití; Ua Huka en las islas Marquesas; y Tubuai en las Australes.
Estos rāhuis recientes son híbridos, gestionados por la comunidad, mientras también se benefician de la protección legal y del Gobierno conforme a regulaciones pesqueras o ambientales. El Departamento de Recursos Marinos y Mineros de la Polinesia francesa también ha adoptado el concepto para garantizar la protección de determinadas especies de peces, moluscos y crustáceos regulando el tamaño mínimo de captura para estas especies, y este reconocimiento legal ofrece un mecanismo de ejecución.
Como rāhui está firmemente arraigado en la cultura polinesia, la mayoría de los locales comprenden y aceptan la práctica, lo que ofrece una ventana considerable sobre las herramientas de conservación modernas, como las AMP y los planes de gestión espacial marítima. De hecho, una encuesta reciente demostró que el 90 % de la población de la Polinesia francesa desea establecer un rāhui en cada comunidad.
El impulso sobre los rāhui continúa creciendo. En febrero de 2022, el presidente de la Polinesia francesa,
Édouard Fritch, anunció planes para crear una zona de protección de 500.000 kilómetros cuadrados (193.000 millas cuadradas) llamada Rāhui Nui o “gran rāhui”. A este anuncio le siguió una campaña que comenzó en 2014 por funcionarios electos de las islas Australes y respaldados por el proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli, con el objetivo de crear un gran rāhui en las aguas del archipiélago.
Adicionalmente, el proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli ha respaldado las comunas de la comunidad y a los locales de las islas Marquesas con asistencia técnica y soporte financiero para realizar investigaciones científicas que ayuden a avanzar en sus iniciativas para crear una AMP de gran escala llamada Te Tai Nui A Hau o “El océano de la paz”, así como la iniciativa local para crear un rāhui costero alrededor de las seis islas.
Ubicadas en la parte más al sur del planeta están las aguas heladas remotas del Océano Austral de la Antártida. Al abarcar el 10 % del océano del mundo, la región es considerada como una de las últimas áreas silvestres restantes del mundo y es hogar de miles de especies que no se encuentran en ninguna otra parte.
La corriente circumpolar que rodea la Antártida ha originado especies fantásticas e increíblemente diversas, incluidos pulpos de color pastel y estrellas de mar de colores brillantes, calamares gigantes y peces con proteínas anticongelantes en la sangre. También están los animales más conocidos, como los pingüinos de Adelia y emperador; las focas leopardo y cangrejeras; y las ballenas jorobadas, azules y asesinas.
Una especie menos conocida que acarrea el peso del ecosistema sobre su espalda de 2,5 pulgadas es el kril antártico. Estos crustáceos parecidos a los camarones forman la base de la delicada red alimentaria de la región. El kril es una presa clave para numerosas especies del Océano Austral, incluidas ballenas, focas y pingüinos. Y varios predadores, como las ballenas asesinas y las focas leopardo, consumen especies que dependen del kril como fuente de alimento, lo que hace que el kril sea un componente vital en la cadena alimentaria del Océano Austral.
El kril también tiene una función crítica en el ciclo de carbono del Océano Austral. Conforme a investigaciones recientes lideradas por Emma Cavan en Imperial College London, el kril se alimenta de fitoplancton lleno de carbono en la superficie del océano y, luego, libera desechos densos que pueden hundirse rápidamente en la profundidad del océano, donde permanecen durante décadas. El kril también se mueve entre áreas superficiales y profundas varias veces, todos los días, para alimentarse, lo que podría aumentar las probabilidades de que los desechos lleguen a las profundidades en la columna de agua. Ambas acciones contribuyen a uno de los sumideros oceánicos regionales más grandes de dióxido de carbono atmosférico.
En un contexto más amplio, el Océano Austral sirve como el corazón latente del océano global y de la salud del planeta. Los nutrientes vitales que se acumulan desde el océano profundo de la Antártida se transportan en grandes distancias por las corrientes y dan vida a las pesquerías costeras al norte del ecuador. Y como el Océano Austral remoto tiene uno de los ecosistemas marinos menos alterados de la Tierra, sirve como un santuario sin paralelo de investigaciones científicas sobre los impactos del cambio climático y la pesca industrial.
Sin embargo, los efectos combinados del cambio climático y la pesca concentrada de kril, especialmente, cerca de la costa de la Península Antártica, disminuyen la disponibilidad de kril en el área de alimentación de especies como pingüinos barbijo y de Adelia. Estos impactos están creando un efecto de repetición en toda la red alimentaria antártica, incluyendo niveles históricos de mortalidad de crías y desplazamientos de márgenes entre las especies marinas endémicas.
Sin embargo, hay buenas noticias. Los científicos y responsables de las políticas están trabajando para crear una nueva medida de gestión basada en el ecosistema que garantizará una población de kril saludable en el Océano Austral y una pesca sostenible de kril con el tiempo. En consecuencia, el objetivo es que haya suficiente kril en el agua para garantizar que las necesidades de los predadores estén protegidas y, al mismo tiempo, esparcir más las zonas de pesca para que no se concentre demasiado en las áreas de alimentación y cría de predadores, por ejemplo, fuera de las costa de colonias de pingüinos.
Además, los científicos marinos afirman que establecer una red de grandes AMP en todo el Océano Austral es esencial para proteger la biodiversidad, incluyendo al kril, para así ofrecer una mayor resiliencia frente al cambio climático. Las redes de AMP también contribuyen a la adaptación de las especies frente al cambio climático mediante la creación de rutas protegidas para las migraciones y para las áreas de distribución de las especies, y las aguas relativamente intactas de estas áreas constituyen un laboratorio natural para el estudio de cómo los ecosistemas marinos intactos reaccionan ante el calentamiento y la acidificación del océano.
Los últimos avances científicos informan que, para regenerar la vida oceánica, necesitamos establecer AMP que abarquen al menos el 30 % del océano para 2030. Y las AMP antárticas pueden aportar un porcentaje considerable de ese objetivo global.
Preservar los recursos biológicos únicos de la Antártida es un objetivo importante y alcanzable. En 2011, los Gobiernos miembro de la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos Antárticos (CCRVMA) acordaron por consenso crear una red representativa de AMP en el Océano Austral y adoptar un marco para establecer la red.
Hasta la fecha, la CCRVMA ha designado dos AMP: la AMP de la Plataforma Sur de las Islas Orcadas del Sur, que fue establecida en 2009 y abarca 94.000 kilómetros cuadrados (36.000 millas cuadradas) al norte de la punta de la Península Antártica; y la AMP de la Región del Mar de Ross, que fue establecida en 2016 como el área marina protegida más grande del mundo y la primera reserva de gran escala en altamar y sirve para proteger 2,06 millones de kilómetros cuadrados (795.000 millas cuadradas) de océano. Y la CCRVMA estuvo analizando otras tres propuestas de AMP, en Antártida Oriental, el Mar de Weddell y la Península Antártica, que juntas abarcan 3,8 millones de kilómetros cuadrados (1,5 millones de millas cuadradas).
El proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli y sus socios continúan trabajando con la CCRVMA y sus Gobiernos miembro para fomentar el manejo de pesquerías basado en ecosistemas respecto del kril, y progresar más hacia el establecimiento de una red de AMP a gran escala alrededor de la Antártida.
Ubicadas a unos 4.000 kilómetros (2.500 millas) al norte de la Antártida y 2.700 kilómetros (casi 1.700 millas) al este de América del Sur, las Islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur albergan uno de los puntos de vida silvestre más importantes del mundo. Como parte del ecosistema antártico, las ricas aguas alrededor de estas islas están llenas de plancton y kril, que sostienen una de las poblaciones más grandes y variadas de aves y mamíferos marinos del planeta.
Las islas, un territorio británico de ultramar, ofrecen hábitat a más de 4 millones de lobos marinos antárticos, o más del 95 % de la población mundial de estos mamíferos marinos, y más de la mitad de los elefantes marinos del sur en el mundo. También suelen observarse ballenas jorobadas, cachalotes y otras especies de ballenas en las aguas de las islas.
Además, Georgia del Sur tiene más de 100 millones de aves marinas, incluido un vasto número de pingüinos, albatros, patos petrel picofino y petreles. El ave canora solista de la Antártida, el pitpit de las islas Georgias del Sur (especie de la que solo quedan 6.000 ejemplares), solo puede encontrarse aquí. Y la Isla Zavodovski en las Islas Sándwich del Sur tiene más de 1 millón de parejas de pingüinos barbijo, la colonia más grande del mundo.
Volcánicas de origen, las islas están rodeadas de aguas ricas en nutrientes. Y la Fosa de las Sándwich del Sur, que es una de las partes más profundas del océano, a más de 8 kilómetros (5 millas), incluye conductos hidrotermales que todavía deben explorarse en profundidad.
Al reconocer la importancia biológica de la región, los funcionarios establecieron una AMP que abarca
1,24 millones de kilómetros cuadrados (479.000 millas cuadradas), incluidos 283.000 kilómetros cuadrados (109.000 millas cuadradas) de aguas completamente protegidas, en 2012. Las protecciones fueron mejoradas en 2013 y de nuevo en 2018, después de la primera revisión independiente de cinco años.
Sin embargo, estos hábitats marinos vitales siguen enfrentándose a un futuro incierto, mayormente debido al cambio climático. La pesca está limitada alrededor de las islas y representa menos del 5 % de los ingresos anuales del Gobierno local. Una protección completa protegería al ecosistema marino contra presiones nocivas, como la pesca, el turismo y las especies invasoras, y apoyaría el análisis científico crítico del impacto del cambio climático en estas aguas, así como en la región del Océano Austral más amplia que se extiende hasta la Antártida.
Para preservar la integridad de este ecosistema marino valioso a nivel mundial, el proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli ha permitido que la ciencia examine estas aguas y ha solicitado la protección completa de toda la zona económica exclusiva (ZEE) de las Islas Sándwich del Sur, de un total de alrededor de 500.000 kilómetros cuadrados (193.000 millas cuadradas), un área del doble del tamaño del Reino Unido. Con todas las actividades extractivas prohibidas, dicho santuario protegería especies mundialmente importantes y desarrollaría la resiliencia del ecosistema frente al cambio climático.
Las aguas de las Tierras Australes y Antárticas Francesas, un grupo de islas ampliamente dispersas en el Océano Índico del Sur, alberga una excepcional biodiversidad, incluidas orcas, ballenas azules pigmeas, pingüinos, focas, atún y más de una decena de diferentes tipos de aves marinas amenazadas o en peligro de extinción. Por ejemplo, las islas Crozet y el archipiélago Kerguelen ofrecen refugio a la colonia de pingüinos rey más grande del mundo y la segunda colonia de elefantes marinos del sur más grande del mundo, respectivamente. Y la Isla de Ámsterdam es hogar de apenas 30 parejas reproductoras restantes de albatros de Ámsterdam, una especie en peligro crítico de extinción que no puede encontrarse en ninguna otra parte del mundo. Los investigadores, el personal militar y el personal de soporte visitan las islas ocasionalmente, pero el territorio de altamar no tiene habitantes humanos a largo plazo.
En febrero de 2022, Francia anunció la expansión de protecciones marinas en aproximadamente 1 millón de kilómetros cuadrados (386.000 millas cuadradas) alrededor de la Isla de San Pablo y la Isla de Ámsterdam, las islas de Kerguelen y las islas Crozet. La expansión implica que las aguas alrededor de los tres archipiélagos constituirán la AMP más grande de la historia en aguas francesas y que representan alrededor del 15 % de la ZEE global del país.
Lo que resulta más importante es que el nuevo parque marino también incluye una nueva área altamente protegida que rodea la Isla de San Pablo y la Isla de Ámsterdam, y abarca alrededor de 255.000 kilómetros cuadrados (98.500 millas), en donde se prohíben todas las actividades extractivas, como la pesca industrial. La expansión duplica con creces el porcentaje de aguas francesas altamente protegidas, del 1,6 % al 4 %, pero el país sigue teniendo el desafío de lograr este objetivo y aplicar protecciones altas en, al menos, el 10 % de sus aguas para fines de 2022. La ciencia ha demostrado que las áreas altamente protegidas ofrecen los beneficios ecológicos más importantes.
El proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli ha estado aumentando su apoyo para proteger altamente estas aguas desde 2016, mayormente a través de un grupo de ONG de conservación líder en Francia organizado por el proyecto.
En la última década, e informados con la mejor ciencia disponible, muchos países han creado AMP a gran escala, con protecciones altas y totales, en donde se prohíben actividades humanas perjudiciales, como la pesca industrial. Estas iniciativas han ayudado a proteger millones de kilómetros cuadrados de océano en todo el mundo.
Si bien estas acciones están teniendo un impacto positivo, la biodiversidad marina continúa disminuyendo a una velocidad sin precedentes. Los Gobiernos, las comunidades indígenas, los defensores de las comunidades, las ONG, los científicos y otros deben acelerar el ritmo de protección y encontrar formas innovadoras de mejorar el éxito de las AMP, incluyendo enfoques que proporcionen un pasaje seguro entre estas áreas para la vida marina.
Trabajando juntos, y a escala regional, los líderes, conservacionistas, residentes locales y otros pueden ayudar a aplicar ideas nuevas y ambiciosas, políticas colaborativas y de gobernanza para garantizar un océano saludable y biodiverso que sirva a la naturaleza y a las personas de todo el mundo.
Este resumen fue preparado por Johnny Briggs, Ashleigh Cirilla, Andrea Kavanagh, Jérôme Petit y Jen Sawada del proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli, con la asistencia de Matt Rand. Los miembros del personal de Pew Erika Compart, Barb Cvrkel, Ned Drummond, Matthew M. Moser, Jennifer Peltak, Alissa Skelton y Ken Willis ayudaron con soporte web, diseño y edición.