Las poblaciones de peces son muy sensibles y susceptibles a las condiciones ambientales. En la actualidad, muchas partes del océano están cambiando rápidamente debido a factores como el calentamiento global, acidificación del agua y aumento del desarrollo costero. El calentamiento del océano ha llevado a los científicos a descubrir que algunas especies han empezado a migrar hacia los polos y a mayor profundidad en busca de aguas más frías.1 Esta y otras tendencias podrían conducir a cambios fundamentales sobre dónde viven los peces, amenazando las pesquerías actuales y a su vez creando oportunidades para el desarrollo de pesquerías nuevas en otras regiones geográficas.
En Estados Unidos las nuevas pesquerías empiezan a funcionar antes de que los consejos regionales de manejo de pesca consideren las posibles consecuencias de aumentar esta actividad. En estos casos, se les permite a los pescadores usar nuevos equipos, pescar en nuevas aguas y capturar nuevas especies. Esto se hace sin realizar el estudio apropiado de impacto potencial en el ecosistema oceánico y la economía local y sin las medidas administrativas necesarias para asegurar su sostenibilidad. Este enfoque puede contribuir a tener poblaciones reducidas de peces, hábitats deteriorados y daño económico a pescadores y comunidades costeras. Al considerar también que los cambios del océano tienen un impacto directo en la composición del ecosistema, los riesgos son más altos que nunca.
Al proceder con cautela (evaluando proactivamente los efectos potenciales de pesquerías nuevas) los consejos regionales pueden tomar acciones para prevenir la sobrepesca, el daño al hábitat y asegurar que las nuevas pesquerías sean de beneficio para los pescadores y comunidades a largo plazo.
Como parte de la reautorización de la ley Magnuson-Stevens, el Congreso debe asegurar que las nuevas pesquerías perduren al requerir que los administradores:
La sostenibilidad de la industria pesquera, las comunidades costeras y las poblaciones de peces se puede salvaguardar al usar la mejor ciencia disponible para evaluar nuevas pesquerías y determinar las medidas administrativas necesarias. Antes de aprobar nuevas pesquerías los administradores deben estar al tanto del estado de poblaciones específicas de peces que serán objetivo de pesca, su rol en la cadena alimenticia, su capacidad reproductiva y otros factores biológicos, ecológicos, sociales y económicos.
Mirar al pasado ofrece historias con moraleja en donde la pesca fue permitida sin precaución alguna. En la Costa Oeste, la pesca de peces roca aumentó significativamente, primero por pescadores extranjeros en los años ’70 y luego por pescadores estadounidenses en los ’80 y ’90. A pesar de que el Consejo de Administración Pesquera del Pacífico implantó un plan administrativo en 1982, el mismo permitió mucha pesca sin considerar totalmente la biología de las especies o cuánto tiempo les tomaría recuperarse. Como resultado, la población del pez roca en la línea costera se vio severamente explotada y en el 2000, la división de Pesquerías de NOAA declaró la pesca de peces demersales como un desastre. El consejo desarrolló planes de restablecimiento de los cuales muchos abarcaron varias décadas.2
Actualmente algunas poblaciones de peces de la Costa Oeste se han reestablecido a niveles saludables o están en camino de hacerlo en los próximos años, pero otras, como el Rocote Vaquilla y el Pez Roca, tomarán más décadas. Los costos de agotar estas poblaciones de peces han sido asombrosos para los pescadores: reducciones significativas de cuotas, cierre de grandes áreas que se solían pescar y dislocación económica. Si los administradores hubieran estudiado la biología y vulnerabilidad de los peces antes de permitir la pesca acelerada en la Costa Oeste, gran parte del daño ambiental y económico se pudo haber evitado.
Por otro lado, el Consejo de Administración de Pesca del Pacífico del Norte proporciona un buen ejemplo sobre proceder con precaución y asegurar que se compilen y consideren los datos correspondientes antes de dar paso a la pesca. A medida que la capa de hielo en el Ártico se derrite, se abren nuevas oportunidades de pesca comercial. En el 2006, antes de permitir que empezara cualquier pesca en la región el consejo evaluó efectos potenciales. Organizó reuniones con comunidades en la región y comprometió a los interesados. En el 2009, decidió prohibir la pesca comercial en estas aguas hasta que se tuviera disponible más información científica para administrar nuevas pesquerías de manera sustentable.3