Los bosques de manglar son muy eficaces a la hora de capturar y almacenar el carbono del aire. De hecho, pueden retener entre tres y cinco veces más carbono que la misma superficie de bosque terrestre. Por este motivo, investigadores de muchos países están trabajando para medir la cantidad de carbono que almacenan los bosques de manglar.
Investigadores de 14 instituciones internacionales y locales se reunieron en 2021 para medir, por primera vez, el total de reservas de carbono de los manglares del país centroamericano de Belice. Los resultados se publicaron el año pasado. Ahora, los investigadores que realizaron esa evaluación están aplicando sus conocimientos en otros lugares. Hannah Morrissette, Ph.D., biogeoquímica de humedales costeros del Centro Smithsonian de Investigación Medioambiental y uno de los miembros del equipo de campo de la evaluación de Belice, colabora con Tania Romero, M.S., ecóloga acuática tropical del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, y otras personas para evaluar las reservas de carbono de los manglares de Panamá.
Morrissette dirigió los esfuerzos de campo, laboratorio, monitoreo y análisis de datos para el carbono azul (el carbono que los océanos y ecosistemas costeros de la Tierra absorben de la atmósfera) en los bosques de manglar de América Central y el Caribe. Romero, por su parte, colaboró con organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales en Honduras y El Salvador, así como con el gobierno de Panamá. Además, trabajó con ONG locales e internacionales para desarrollar un protocolo nacional sobre el carbono azul para Panamá (una herramienta utilizada localmente para aplicar las normas de calidad internacionales a las mediciones de carbono) y un manual para ayudar a otros investigadores, así como a las partes interesadas gubernamentales y no gubernamentales, a medir el carbono azul en América Central.
Esta entrevista con Romero y Morrissette se editó por cuestiones de longitud y claridad.
Romero: Panamá es el país de América Central con la mayor cantidad de bosques de manglar, y gran parte de su población depende de los servicios ecosistémicos que aportan los manglares y los pastos marinos. En Panamá, la pesca en el ecosistema manglar es la principal fuente de ingresos de las pequeñas poblaciones de la costa del Pacífico, así como del Caribe, donde los residentes no solo pescan, sino que también atrapan pulpos, cangrejos azules y concha negra. Estos manglares y pastos marinos también sirven como sistemas de filtración de agua, ya que retienen el exceso de sedimentos, evitan la erosión costera y protegen las ciudades y las costas contra la marejada ciclónica y las inundaciones. Ambos sistemas son sumideros de carbono, es decir que absorben el carbono y, por lo tanto, ayudan a reducir la emisión de este compuesto a la atmósfera.
Morrissette: Los datos de los humedales costeros, como la cantidad y la tasa de almacenamiento de carbono, las medidas de la biodiversidad y el monitoreo de la salud y el estado de los humedales, pueden ayudar a informar sobre las diversas estrategias de conservación y políticas climáticas. Panamá apunta a comprender y proteger mejor sus manglares y pastos marinos y se encuentra entre los países que agregaron específicamente los humedales costeros a su contribución determinada a nivel nacional, o NDC, por sus siglas en inglés, que cada país se compromete a aplicar para reducir las emisiones y ayudar al mundo a adaptarse a los efectos del cambio climático, como parte del Acuerdo de París de Naciones Unidas. Los datos del proyecto de Panamá, en particular, proporcionarán referencias actualizadas sobre las reservas de carbono de los manglares del país, a partir de las cuales los investigadores podrán monitorear los cambios que se produzcan en el futuro como consecuencia de los esfuerzos de restauración o de la degradación. Los investigadores que estudian los humedales costeros también recopilan datos adicionales para, entre otras cosas, validar o mejorar los mapas actuales de la extensión de los manglares y los pastos marinos, dar una idea del rendimiento de determinadas pesquerías, permitir a los investigadores actualizar los inventarios de gases de efecto invernadero e identificar posibles zonas prioritarias para la conservación y la restauración.
Romero: Como dice Hannah, parte de los compromisos de las NDC de Panamá, que se anunciaron el 31 de mayo de 2024, aumentarán los esfuerzos de conservación y restauración de los bosques de manglar, así como la creación de mapas de los pastos marinos. En concreto, este proyecto recopilará años de datos sobre los manglares procedentes de varias fuentes, para que el gobierno y los gestores del ecosistema puedan empezar a aplicar los compromisos con referencias sobre la cobertura y el carbono en manglares.
Romero: Panamá necesita más capacidad tanto en las instituciones gubernamentales como a nivel comunitario. Este aspecto, junto con la aplicación de las lecciones aprendidas en proyectos anteriores, debería permitir la ejecución sostenible de proyectos de medición y conservación del carbono azul. El ámbito académico dio un paso al frente mediante la formación de estudiantes en la medición del movimiento del carbono, pero se necesita más investigación para comprender la capacidad de estos ecosistemas para capturar y almacenar carbono a largo plazo. También es necesaria una mayor participación local en las investigaciones relacionadas con el carbono azul, así como mejores estructuras de gobernanza, como un mercado regulado de carbono y un uso sostenible de estos ecosistemas.
Morrissette: Cuando se trata de comprender mejor los sistemas de humedales costeros, muchos de los desafíos a los que se enfrentan los investigadores en todas partes están relacionados con la accesibilidad y la logística. Las costas pacífica y atlántica de Panamá son extremadamente distintas en cuanto a la distribución de las especies de manglares y pastos marinos, la hidrología de la influencia de las mareas, etc., por lo tanto, requieren estrategias de gestión diferentes. De esta manera, las políticas y la investigación nacionales deben contar con una orientación en el ámbito local y tener participación en los proyectos y en su implementación, al menos a nivel provincial. Ese tipo de colaboración entre distintos tipos de organizaciones, a través del país y las costas, será difícil pero necesaria.
Morrissette: El Proyecto de Carbono Azul de Belice, que contó con el apoyo de The Pew Charitable Trusts, fue un gran esfuerzo para establecer la primera evaluación completa de las reservas de carbono de los manglares del país. El proyecto hizo hincapié no solo en la recopilación de datos, sino también en otros aspectos, como el intercambio de conocimientos y el desarrollo de capacidades, por lo que se aseguró de que las personas adecuadas de Belice participen en la planificación y la dirección de este esfuerzo. El proyecto de Panamá está estructurado de la misma manera: tiene un objetivo científico principal, pero se realiza a través de una amplia colaboración, formación y ciencia aplicada.
Morrissette: El Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI, por sus siglas en inglés),la unidad del Smithsonian en Panamá, cuenta con más de diez instalaciones distintas en todo el país y actualmente trabaja con nosotros en el Centro Smithsonian de Investigación Medioambiental (SERC, por sus siglas en inglés) en la investigación de los humedales costeros.
Romero: El Instituto Smithsonian tiene más de 100 años de presencia en Panamá, y las zonas costeras han sido uno de los principales focos de atención de los investigadores que buscan comprender el papel de la fauna y la flora de estos sistemas y la evolución de los trópicos. Algunos ejemplos son los estudios sobre cómo el surgimiento del istmo de Panamá transformó las condiciones climáticas en todo el mundo, la relación entre las zonas muertas tropicales y las mortalidades masivas en los arrecifes de coral y, más recientemente, la definición del ensamble de manglares y corales anidados como “coexistencia de manglares y corales”.
Romero: Yo empecé hace 16 años, mientras cursaba mi licenciatura, estudiando el impacto de un derrame de petróleo frente a Galeta, una isla de la costa caribeña de Panamá donde predominan los manglares. Más tarde, como profesional junior, tuve la oportunidad de aceptar un trabajo formal en el laboratorio de biogeoquímica de suelos del STRI, donde pude comprender la importancia de los ciclos naturales, como el ciclo del carbono, y cómo las diferentes plantas y su composición en un bosque pueden afectar estos ciclos. Mi experiencia en distintos laboratorios del STRI me dio las herramientas y los conocimientos para poder colaborar con algunas instituciones internacionales y con el gobierno de Panamá en el desarrollo de la primera evaluación del carbono azul del país, entre 2015 y 2017. Me enamoré del fascinante mundo de la química, la biología y la geología de la ciencia del carbono azul en los ecosistemas manglares.
Morrissette: Yo seguí un camino bastante intrincado hacia la ciencia de los humedales marinos y costeros durante mis estudios y mis primeras experiencias profesionales. No fue hasta que me trasladé a la República Dominicana desde EE. UU. después de graduarme cuando me di cuenta de que me interesaba la investigación costera. Mis mentores en ese momento me orientaron para que empezara una licenciatura y pudiera seguir trabajando en este espacio y, durante mis estudios de Ph.D., pasé mucho tiempo adquiriendo conocimientos de campo, laboratorio y datos que me llevarían a retomar una carrera en la conservación marina internacional. Dos de los investigadores principales de mi proyecto trabajaban en el SERC y tuve la suerte de aprender de ellos durante mi investigación. Cuando anunciaron mi puesto actual, supe que sería un sueño hecho realidad poder seguir desarrollando mi carrera en el Smithsonian.
Romero: El trabajo del Smithsonian proporciona conocimientos ecológicos técnicos para ayudar a los investigadores a comprender mejor las diferentes dinámicas de la capacidad de captura y almacenamiento en los distintos sistemas de manglares de las costas pacífica y atlántica de Panamá. Todo eso se logra gracias a los esfuerzos de los equipos locales e internacionales del Smithsonian.
Morrissette: Los laboratorios individuales de las dos unidades del Smithsonian que participan en este proyecto, el SERC y el STRI, se centran en proporcionar datos de utilidad inmediata a los legisladores, los grupos comunitarios locales, los gestores de las áreas protegidas y otros investigadores de la región. Mi grupo, el laboratorio de conservación marina del SERC, se asegura de que la ciencia de nuestros planes de conservación costera se ajuste a las necesidades y peticiones locales. Esto se realiza de maneras concretas, como la formación en metodología de campo y de laboratorio en el país, la creación de amplias redes entre organizaciones a nivel nacional y comunitario, y el trabajo con los responsables de la toma de decisiones en torno a la incorporación de los datos a las políticas.
Morrissette: Es fundamental que tanto las personas como las organizaciones tengan el control de su trabajo. Este concepto se perdió en la ciencia internacional, pero es fundamental para los esfuerzos de conservación sostenibles de los humedales costeros. Panamá está creando muchos planes ambiciosos para actualizar las políticas y la gestión costeras, que implicarán un gran esfuerzo de colaboración y trabajo, por lo que los científicos, académicos, gestores de recursos y líderes comunitarios de todo Panamá deberían estar alineados en cuanto a las estrategias y objetivos de implementación. Ahora que 20 personas de 10 organizaciones participan de este proyecto y tienen experiencia en este tipo de investigación, distintas zonas del país pueden usar el proyecto como base para plantear nuevas cuestiones, el desarrollo de capacidades puede extenderse a otras organizaciones que cuenten con expertos en el país y los datos del carbono azul de Panamá pueden utilizarse a nivel regional a medida que otros países adopten los mismos métodos.
Romero: La formación local es importante para las comunidades científicas y académicas locales como forma de difusión de estas nuevas técnicas para reducir la emisión de dióxido de carbono y los efectos del cambio climático. Además, la formación ayudará a preparar a la próxima generación de profesionales para que utilicen lo mejor de la ciencia local para mejorar la creación de informes de Panamá para las organizaciones internacionales como la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Romero: Aunque Panamá es uno de los pocos países del mundo considerado “carbono negativo”, debido a que almacena y absorbe más carbono del que emite a la atmósfera, el país aún planea seguir reduciendo sus emisiones y mejorando su capacidad de retención. Eso implica establecer un estándar alto en la región para los compromisos de un país en la lucha contra el cambio climático. Alcanzar estas ambiciones nacionales requerirá una planificación rigurosa a largo plazo para mantener los esfuerzos de conservación de las costas, mitigación de los efectos del cambio climático y adaptación de las comunidades costeras al cambio climático, protegiendo al mismo tiempo los medios de subsistencia locales. Solo la voluntad de las comunidades y la transparencia del gobierno permitirán a Panamá alcanzar este gran objetivo.