Los marrajos dientusos se encuentran entre los tiburones más rápidos jamás registrados y pueden migrar miles de kilómetros a través del mar abierto; no obstante, su velocidad y agilidad no son rival para las amenazas de la pesca industrial moderna. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza los ha clasificado como “en peligro” y se considera que se ha reducido mucho su población en el norte del océano Atlántico. En respuesta a los niveles de población alarmantemente bajos, algunos gobiernos han tomado recientemente una decisión histórica para regular el comercio de los marrajos en virtud de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
Esta decisión hará ilegal retener los marrajos capturados en aguas internacionales o comercializar la especie internacionalmente, a menos que las partes puedan verificar que la transacción es legal, trazable y sostenible. Un número récord de estados patrocinadores, incluida la Unión Europea, ha secundado esta decisión.
Aunque la CITES ha contribuido a reducir la presión resultante del comercio sobre los marrajos, es necesario que otro actor crucial tome medidas adicionales con urgencia para detener la disminución de la especie. En el Atlántico norte, donde la pesca está gestionada por la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (CICAA), las flotas industriales que se dedican a la pesca de atún y pez espada de gran valor suelen pescar en los principales hábitats del marrajo dientuso. Según un informe de 2019 de los científicos de la CICAA, estos buques pesqueros, en concreto los abanderados por los estados miembros de la UE y Marruecos, capturan cantidades excesivas de marrajos juveniles, que se venden por su carne y aletas. Con tan pocos marrajos maduros en el agua, los científicos señalan que la población continuará disminuyendo incluso aunque los pescadores no capturen ni un solo ejemplar marrajo en los próximos 15 años.
Los gobiernos que votaron a favor de las regulaciones comerciales en la reunión de la CITES de agosto pasado entendieron que el comercio no sostenible podría contribuir a la extinción y tomaron las medidas apropiadas, pero está en manos de los miembros de la CICAA garantizar que la pesca del Atlántico se gestione de forma sostenible y detener el descenso continuo.
Por desgracia, la CICAA ya ha pasado antes por esta situación. En 2017, la evaluación de población del marrajo dientuso mostró que no solo la población del Atlántico norte era objeto de sobrepesca, sino que esta sobrepesca seguía produciéndose. No obstante, la medida que adoptaron ese año los administradores de las pesquerías para ayudar a estos marrajos fue insuficiente, y la pesca siguió siendo constante. Los administradores tampoco tomaron medidas sobre la otra población de marrajo dientuso del Atlántico sur, que, según las últimas investigaciones, podría estar sufriendo una disminución similar.
Los científicos de la CICAA se reunieron a principios de este mes y emitieron algunos de las recomendaciones más firmes hasta el momento sobre la ordenación del marrajo dientuso: debe reducirse la captura de la población septentrional mediante la prohibición de toda la retención sin excepciones, lo que significa que los pescadores no pueden capturar ni retener marrajos, incluidos los que mueren accidentalmente. Con esta medida se evitarían los vacíos que facilitan que los tiburones capturados ilícitamente lleguen al mercado y se permitiría un tiempo de recuperación más apropiado, aunque todavía largo, para la especie.
Cuando los administradores de la CICAA se reúnan en Palma de Mallorca (España) del 18 al 25 de noviembre para su reunión anual, deberían acordar una prohibición total de retención del marrajo dientuso para mantener su compromiso con una ordenación precautoria, basada en la ciencia, y proporcionar importantes protecciones complementarias a las que se han impuesto recientemente en el marco de la CITES. La prohibición total de retener los marrajos dientusos del Atlántico iría en línea con las recomendaciones científicas para la población septentrional, a la vez que garantizaría que la CICAA fuera proactiva en el Atlántico sur en lugar de permitir que dicha población se redujera de forma similar y pasara muchos años intentando recuperarse. Al mismo tiempo, una prohibición de retención ayudaría a garantizar que las partes de la CICAA cumplieran plenamente con sus obligaciones de la CITES, ya que el mal estado de las poblaciones hará que sea imposible obtener los permisos necesarios según la CITES para permitir el comercio internacional o la captura en altamar.
La reunión de Palma de Mallorca ofrece a la CICAA la oportunidad de enmendar sus errores anteriores respecto a la ordenación del marrajo dientuso. Cualquier medida que no sea una prohibición total de retención para todas las poblaciones de marrajo sería un fracaso. En su lugar, los administradores deben consolidar los progresos de la CITES y garantizar un futuro en el que no solo sea posible el comercio sostenible, sino que también queden muchos marrajos dientusos para pescar.
Amanda Nickson dirige el proyecto de pesquerías internacional para The Pew Charitable Trusts.