Los gobiernos de todo el mundo usan subvenciones para promover la pesca; por lo general, complementan los ingresos de los pescadores o disminuyen los costos de la práctica. Sin embargo, las subvenciones pueden resultar dañinas para las poblaciones de peces cuando los pagos les permiten a los pescadores abarcar mayores distancias, permanecer embarcados durante más tiempo o poseer una mayor capacidad de pesca con la que, de otro modo, no contarían. Por lo tanto, con frecuencia, las subvenciones promueven la pesca más allá de los límites sostenibles. De hecho, según un estudio reciente, sin subvenciones gubernamentales, el 54 % de los caladeros de alta mar existentes no serían rentables con las tasas de pesca actuales.
Los gobiernos de todo el mundo están preparándose para una serie de reuniones clave de la Organización Mundial de Comercio (OMC) sobre subvenciones a la pesca, que tendrán lugar del 23 al 25 de julio en Ginebra. Mientras tanto, Ussif Rashid Sumaila, investigador marino becario de Pew del año 2008 y autor de un estudio sobre el tema, explica su postura crítica al respecto. Como director de la unidad de investigación de economías de pesca Centro de pesquerías (Fisheries Centre), ubicado en Vancouver y perteneciente a la Universidad de British Columbia, Sumaila se enfoca en el impacto económico de estas subvenciones. Sumaila utilizó la beca de Pew para documentar los factores financieros que contribuyen a la pesca comercial no sostenible y al agotamiento de los recursos oceánicos.
R. Hablemos de lo estrictamente económico. En general, si uno tiene un negocio, debe encargarse de cubrir todos los costos. Si no, no se sobrevive. Se termina en la quiebra. Dado que las subvenciones se pagan con los impuestos de los contribuyentes, la ecuación económica es un tanto distinta para las empresas pesqueras. El dinero del gobierno cubre las pérdidas. La empresa no absorbe el costo real del negocio y, por lo tanto, puede pescar durante mucho más tiempo a costa de la sociedad. Esto genera un exceso de capacidad y lleva a la sobrepesca. Las subvenciones también distorsionan el comercio, pues las empresas pesqueras que reciben esa ayuda económica poseen una ventaja que otros actores del mercado no tienen. Eso excluye a los pescadores que no cuentan con un exceso artificial de capital y agrava el problema de la sobrepesca. Es por eso que a los economistas no les agradan las subvenciones.
En términos ambientales, el problema es mayor. Incluso sin subvenciones, hay una tendencia a practicar la sobrepesca y a competir por los peces. Otorgar subvenciones empeora una situación que ya es crítica. Ahora, hay grandes empresas pesqueras que compiten por una cantidad limitada de peces, impulsadas por el dinero de los contribuyentes.
R. Para muchos, puede ser todo un desafío establecer la conexión entre conservación y subvenciones. Incluso si se fija un cupo, suele ser difícil determinarlo con precisión. La mayoría de los países no tienen la capacidad ni los medios para realizar evaluaciones básicas de poblaciones de peces ni para determinar si se registra sobrepesca de una determinada población. Actualmente, solo algunos países pueden fijar e implementar cupos eficazmente. Esos cupos frágiles, su implementación precaria y las grandes subvenciones gubernamentales son los elementos de una combinación letal que lleva a la sobrepesca en muchas pesquerías a nivel mundial.
Además, algunos funcionarios creen que las subvenciones a la pesca ayudan a los pobres, pero la realidad es todo lo contrario. No suele haber mecanismos nacionales para canalizarlas, así que el dinero se distribuye en todo el sector pesquero. Sin embargo, se mantiene el concepto erróneo de que [una subvención] ayuda a los pequeños pescadores y a las comunidades pesqueras de bajos ingresos. Lo que hay que entender es que la mayoría de las subvenciones terminan en manos de flotas industriales de gran escala. De hecho, según un cálculo estimativo reciente, menos del 16 % de las subvenciones a nivel global se destinan a pequeños pescadores. De esas subvenciones, la mayoría son “subvenciones buenas”, es decir, fondos para mejorar la ordenación de pesquerías o realizar investigaciones científicas sobre poblaciones de peces. Al otorgarles a las flotas de gran escala subvenciones que aumentan su capacidad y contribuyen a la sobreexplotación de poblaciones de peces, los gobiernos están socavando los recursos que proveen micronutrientes y proteína animal saludable a toda la humanidad y, especialmente, a las comunidades costeras de ingresos bajos.
En síntesis, los países afluentes concentran alrededor del 60 % de las subvenciones a la pesca a nivel global, lo que obliga a miles de comunidades pesqueras [de otros lugares] a luchar en una competencia despareja con rivales subvencionados. Eso pone en riesgo la seguridad alimentaria de millones de personas, pues las flotas industriales vienen desde lejos, extraen las poblaciones de peces de los océanos y dejan sin nada a comunidades enteras.
Hasta ahora, no hemos observado gran transparencia ni obtuvimos mucha información sobre los aspectos económicos de la pesca en alta mar. Pero, gracias a una nueva tecnología satelital, tenemos acceso a nuevos datos. Hemos descubierto que las subvenciones a la pesca que reciben ciertas flotas pesqueras industriales superan las ganancias que obtienen de la pesca en alta mar. De hecho, el 54 % de los caladeros de alta mar existentes no serían rentables con las tasas de pesca actuales. Eso significa que las flotas subvencionadas registrarían pérdidas si no contaran con el dinero otorgado por el gobierno. Esas subvenciones los mantienen a flote y les permiten continuar con prácticas que destruyen el medio ambiente, como la pesca de arrastre en el fondo del océano. Es irónico: esas subvenciones tenían como objetivo ayudar a personas de bajos recursos a conseguir alimento usando sus pequeños botes, pero ahora tienen el efecto contrario. Esto perjudica a los pequeños pescadores, pone en riesgo la seguridad alimentaria, destruye el medio ambiente y ni siquiera tiene sentido desde el punto de vista económico.
Algunos países aún se niegan a reconocer los efectos dañinos de las subvenciones a la pesca, pero deben contemplar los beneficios a largo plazo para la gente en vez de enfocarse en las ganancias políticas y económicas a corto plazo para un grupo reducido de personas. Espero que esos países recapaciten. Sé que hay viento en contra, pero hay indicios de que las cosas están cambiando. Por ejemplo, muchos países en desarrollo están presionando para que se eliminen las subvenciones dañinas. Se están dando cuenta de que es una mala práctica económica. Los pescadores de países en desarrollo reciben un séptimo del monto [de subvenciones] que reciben los pescadores de países desarrollados. No tiene sentido. Eso hace que sus pesquerías no sean viables en el mercado internacional, porque operan en el mismo mercado que los países afluentes. Están oprimidos económicamente.
R. El pescado aporta proteína animal, que es beneficiosa para personas ricas y pobres por igual. En ciudades como Washington o Londres, puedes entrar en cualquier marisquería y pedir pescado, aunque podrías optar por muchas otras fuentes de proteínas. Sin embargo, en algunas comunidades costeras a nivel mundial, el pescado suele ser la única fuente de proteínas. El pescado aporta una proteína buena rica en micronutrientes. En los países en desarrollo, no es posible acceder a esos micronutrientes por medio de suplementos comerciales.
Además, la mitad de nuestro suministro de oxígeno proviene de los océanos. Si la mitad del aire que respiras proviene de los océanos, los océanos son la mitad de tu vida, ¿no? Asimismo, la vida oceánica absorbe una gran cantidad del carbono que generamos en tierra. Por esas razones y muchas otras, es crucial mantener los océanos llenos de vida. Necesitamos que los peces de alta mar absorban el carbono y reduzcan el nivel de carbono en general. Según un estudio, el valor del carbono que utilizan los animales marítimos en alta mar es diez veces superior al valor de los peces que se pescan en esa parte del océano. Al otorgar subvenciones para la pesca en alta mar, se quita vida marítima de la zona y se reduce la capacidad del océano de absorber carbono, lo cual tiene un gran impacto en la salud y el bienestar de los seres humanos.