Cientos de miles de pingüinos rey se abren paso para tener su lugar en la Llanura de Salisbury.
© Johnny Briggs
Cientos de miles de pingüinos rey se abren paso para tener su lugar en la Llanura de Salisbury.
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Esta es la última entrega de una serie de tres publicaciones sobre la travesía del autor a las islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur. Junto a representantes de otros grupos que luchan por la conservación de los océanos, exploró los ecosistemas terrestre y marino exclusivos de las islas. Lea las otras publicaciones aquí.
Cuando descendí del bote de goma Zodiac de 15 pies (4,5 metros) en la playa de la Llanura de Salisbury, en las islas Georgias del Sur, no podía dejar de sonreír. Frente a mí, cientos de miles de pingüinos rey paseaban, zureaban, se alimentaban, castañeteaban y hacían lo que hacen las aves de esmoquin que no pueden volar cuando se aglomeran en una isla azotada por los vientos en los confines del mundo.
La isla Georgia del Sur y las vecinas islas Sándwich del Sur albergan un cuarto de los pingüinos del planeta, además de decenas de millones de parejas reproductoras de otras aves marinas y gran cantidad de focas y ballenas, dos animales que casi desaparecen de la región a manos de la caza en los siglos XVIII y XIX.
Llegué a la isla Georgia del Sur en lancha en febrero, durante el verano austral, en representación del proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli en una expedición de 12 días de duración con un grupo de conservacionistas y representantes gubernamentales y de la prensa. Vinimos para aprender más sobre la historia cultural y natural de las islas y, con esa información, ayudar a tomar decisiones sobre cómo preservarlas en el futuro. Estos ecosistemas enfrentan crecientes amenazas debido al cambio climático, con glaciares que se reducen a un ritmo de 1 metro (3,3 pies) por día, y la temperatura y los niveles de acidificación del agua en el Océano Austral que aumentan a la tasa de velocidad más alta del planeta. Tales cambios podrían afectar la disponibilidad de alimentos, por ejemplo, al forzar la migración de especies presa, o acelerar la evolución de nuevas enfermedades que amenacen la fauna nativa.
Los viajes entre el Pharos SG a Bahía Fortuna y a la Llanura de Salisbury se realizaron en el Pintail, una lancha de apoyo.
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Por ahora, los pingüinos se quedan en su sitio. Por más que venía imaginando mi primer avistamiento de una enorme colonia de pingüinos rey, quedé paralizado con lo espectacular de la escena y todavía más sorprendido por el impacto olfativo de semejante concentración de vida: un olor único y punzante que me impregnó las fosas nasales.
Las aves cercanas se aproximaban, inquisitivas, tanto en tierra como en el mar: incluso antes de que desembarcáramos, circundaban nuestra embarcación al incursionar en busca de linternillas, calamares y kril.
En la playa, la horda enlodada se extendía hasta donde alcanzaba la vista: un mosaico negro, blanco y amarillo interrumpido solo ocasionalmente por págalos y petreles a la espera de un pingüino muerto o de un ejemplar joven y débil. Me esforcé en vano por entender cómo los adultos encuentran a sus parejas y crías en semejante masa uniformada. Sea como sea, aparentemente las encuentran. Al menos a veces. Según los científicos, la tasa de divorcio entre los pingüinos rey oscila en un 80 %, probablemente porque las aves eligen a la mejor pareja disponible no bien llegan a los sitios de reproducción, en lugar de esperar a la pareja de la temporada anterior.
A juzgar por el comportamiento de algunas aves que se acercaban a un metro de distancia (o menos) de donde estábamos, los pingüinos rey son sumamente inquisitivos. Esto dificultó cumplir la regla gubernamental de mantener una distancia mínima de cinco metros de la vida silvestre.
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Antes de partir, visitamos una colonia de pingüinos macaroni en las pronunciadas pendientes de la isla Willis. La isla Georgia del Sur es hogar de casi un millón de parejas de estas aves de penacho amarillo, la más abundante de todos los pingüinos de las islas, aunque dicha cifra haya disminuido a la mitad durante los últimos 30 años. Se las llama así porque las coloridas plumas de su cabeza recuerdan un poco la moda estrafalaria de los vanguardistas "hombres macaroni" de la Londres del siglo XVIII. Al caer el atardecer, los pingüinos que regresaban de saciar su apetito de kril se contoneaban cuesta arriba hacia sus nidos.
Un pingüino macaroni regresa a su nido en la isla Willis.
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A estos pingüinos macaroni que regresan a la isla Willis les espera un viaje cuesta arriba a sus nidos.
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Uno de los últimos puertos en los que atracamos antes de regresar a las Islas Malvinas (Falklands) fue la isla Pájaro, con una extensión aproximada de tres kilómetros y ubicada en el extremo norte de la isla Georgia del Sur. El islote aloja algunas de las mayores concentraciones de vida silvestre del mundo, con un ave o foca cada 1,5 metro cuadrado, en promedio. La British Antarctic Survey administra aquí una estación de investigación, cuyos cuatro miembros rastrean las poblaciones de las focas y las aves marinas. Dos de los científicos nos guiaron por una ribera cubierta de hierba hasta la cima de una colina azotada por los vientos. Durante el camino ascendente, nos acompañó una serenata del pitpit de las Georgia del Sur, el ave canora más austral del mundo y que vive únicamente en este archipiélago. Una vez en la cima, nos topamos con un nido de albatros errantes.
El ave canora más austral del mundo, el pitpit endémico de las islas Georgias del Sur.
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El albatros errante es el ave viviente con mayor envergadura: de 2,5 a 3,5 metros (de 8 pies y 3 pulgadas a 11 pies y 6 pulgadas). Suele vivir hasta los 50 años. Se sabe que algunos ejemplares de albatros errante circundan el Océano Austral tres veces al año y cubren más de 120 000 kilómetros (casi 75 000 millas).
El archipiélago de las islas Georgias del Sur es un sitio de reproducción esencial para el albatros, hogar del 12 % de la población reproductiva global del albatros errante y el albatros de ceja negra, y del 40 % de la población reproductiva global del albatros de cabeza gris. Sin embargo, desde 2006, las poblaciones de estas tres especies han disminuido en un 18, 19 y 43 %, respectivamente. Los investigadores creen que esto se debe a que las aves quedan atrapadas en los sedales situados mucho más allá de las aguas de las islas Georgias del Sur. En la isla Pájaro, se etiqueta y rastrea a los ejemplares, pero el destino de la especie podría depender, en última instancia, de las medidas de prevención de captura accesoria de pesca a miles de kilómetros de distancia.
Un albatros errante en la isla Pájaros. El albatros es el ave viviente con mayor envergadura: de 2,5 a 3,5 metros (de 8 pies y 3 pulgadas a 11 pies y 6 pulgadas).
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La isla Pájaro del archipiélago de las islas Georgias del Sur es un sitio de reproducción esencial para el albatros de ceja negra, pero las cifras han disminuido un 18 % debido a la captura accesoria de las pesquerías.
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En el área inmediata y en el corto plazo, por lo menos, hay esperanzas para el ecosistema y las especies que dependen de él. En 2012, el Gobierno de las islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur estableció un área marina protegida que se extendía por toda la zona marítima del territorio de ultramar, 1,07 millones de kilómetros cuadrados (413 129 millas cuadradas). Las restricciones dentro del área protegida garantizan que el Gobierno tome las medidas preventivas para gestionar el medio ambiente, y los funcionarios se esfuerzan enormemente por ordenar de manera sostenible los más de 8000 turistas que cada año visitan el archipiélago.
Sin embargo, está claro que una mejor gestión de las pesquerías y el turismo durante los próximos años es un factor imperioso si el Reino Unido desea mantener al archipiélago en vías de recuperación. El cambio climático, en particular, representa una amenaza significativa para la región. El kril, el crustáceo que sostiene la salud de todo el ecosistema, está sumamente afectado por el descongelamiento de los hielos, y por el calentamiento y la acidificación de las aguas. En tal sentido, el futuro de la biodiversidad de las islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur es incierto.
El Gobierno debe examinar el área marina protegida en 2018 y tiene la oportunidad de mejorar las medidas de conservación en toda la extensión de las aguas del archipiélago. En especial en estos tiempos de incertidumbre medioambiental, ese sería un paso importante para proteger esta joya de la biodiversidad en la corona polar.
Johnny Briggs trabaja en las iniciativas del proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli en Reino Unido, con sede en Londres.