El rápido calentamiento de las aguas del Golfo de Maine es una de las razones por la cual el bacalao del Atlántico, que fue muy abundante en las agua de Nueva Inglaterra, ha tenido dificultades en recuperarse de la sobrepesca crónica.
El rápido calentamiento de las aguas del Golfo de Maine es una de las razones por la cual el bacalao del Atlántico, que fue muy abundante en las agua de Nueva Inglaterra, ha tenido dificultades en recuperarse de la sobrepesca crónica.
Nuestra comprensión de cómo el cambio climático en los océanos afecta a las poblaciones de peces avanza rápidamente debido a investigaciones que atienden a preguntas importantes y proveen una imagen más clara de cómo los ecosistemas oceánicos se están transformando. Por ejemplo, los científicos anunciaron este otoño que durante la década pasada, el Golfo de Maine se ha calentado 99 por ciento más rápido en comparación con las aguas de cualquier otro lugar del planeta Tierra. Ellos también demostraron que mientras más rápido el clima cambia, más rápido la pesca comercial puede llevar a una especie al borde de la extinción.
Los científicos de las universidades de Princeton y Rutgers presentaron un artículo científico en septiembre donde se examinó cómo el calentamiento de las temperaturas del océano y la pesca provocan mayor presión a las poblaciones de los peces. Los autores, liderados por Emma Fuller de Princeton, notaron que una población tiene que reproducirse y crecer a una tasa mayor para poder sobrellevar estos dos retos, pero no hay garantías de que esto ocurrirá. Según los autores los peces son vulnerables cuando entran a un nuevo territorio, por lo tanto los administradores de pesca deben establecer límites de captura con mucha cautela para evitar que ocurra sobrepesca antes de que la población se haya establecido y tome fuerzas. “Mientras más rápido sea el cambio ambiental, menos capturas hacen falta para extinguir esa población, explicaron los autores”.
Andrew Pershing del Instituto de Investigaciones del Golfo de Maine lideró un equipo que publicó un estudio en Octubre en la revista científica Science en el cual examinan la merma precipitosa del bacalao en Nueva Inglaterra, que actualmente está en 3 o 4 por ciento de su nivel saludable. El demostró que el Golfo de Maine ha calentado rápido entre 2004 y 2013, un 99 por ciento más rápido que las aguas de cualquier otro lugar del planeta y que estos cambios a largo plaza han contribuido a la merma de las poblaciones de bacalao y la incapacidad de recuperar de los bajos niveles que los llevó la sobrepesca crónica. Además, los efectos de las temperaturas no eran comprendidos por los administradores y las reducciones en los límites de capturas para los pescadores eran menos de lo necesario. Como escribió Pershing, “Las aguas calientes del Golfo de Maine tornaban el lugar menos apto para el bacalao y la respuesta de la administración pesquera fue muy lenta para acompañar estos cambios.”
A base de trabajos previos que demostraron que las aguas calientes tenían concentraciones reducidas de fitoplancton (plantas microscópicas) en el océano, un equipo de científicos liderado por Gregory Britten en la Universidad de Dalhousie publicaron en enero un artículo en la revista científica PNAS examinando los impactos sobre las larvas y los peces juveniles quienes se alimentan del fitoplancton. Bitten y sus colegas encontraron que estos cambios en fitoplancton han reducido el número de peces jóvenes que llegan a ser adultos. Cuando esto ocurre las poblaciones de peces luchan por mantenerse saludables y se hace más difícil recuperarse y aumentar desde números bajos. La investigación, escribieron los autores, “enfatiza la necesidad de estrategias de manejo que sean basadas en el ecosistema que investiguen y tomen en cuenta los impactos ambientales observados y aquellos asociados a la pesca sobre la capacidad productiva de los abastos pesqueros.” Los autores entienden que esto se puede hacer ahora ya que con los métodos utilizados permitieron que hasta “los efectos complejos de cambios ambientales se puedan trazar en un marco de evaluación bastante simple.”
Las almejas, una de las más valiosas pesquerías del país, son unas de las especies más vulnerables ante el cambio climático porque no se pueden mover fácilmente a hábitats más adecuados.
El Servicio de Pesquerías de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (Pesquerías de NOAA) publicó un análisis científico evaluando la vulnerabilidad de 82 especies marinas que se encuentran en Nueva Inglaterra ante el cambio climático. El estudio encontró que es muy probable que las especies cambien sus áreas de ocupación debido al cambio climático y que esto continuará en el futuro. Las especies que requieran hábitats especiales o que no pueden moverse, como las almejas, serán más vulnerables que las especies como el lenguado de cola amarilla que son más ágiles al moverse y que pueden alimentarse por diferentes especies de presas y utilizan múltiples hábitats.
Esta evaluación tiene como propósito servir de guía para los administradores pesqueros que establecen límites de captura y toman otras medidas para sostener las poblaciones de peces. Siguiendo la estrategia de ciencias del clima de Pesquerías de NOAA, la agencia aplicará los mismos métodos nacionalmente, ya que en algunos lugares como el Mar de Bering y la Corriente de California ya se están llevando a cabo estas evaluaciones. Jon Hare, el líder de los autores de la evaluación de Nueva Inglaterra de la división de pesquerías de NOAA, se entrevistó con la estación de radio pública nacional y dio un avance del artículo, “no es solo la pesca que está impactando estos recursos. Necesitamos tomar una visión más holística de estos recursos e incluir eso en el manejo”.
Algunos consejos de manejo de pesquerías regionales ya están haciendo la transición del manejo de las especies aisladas de otras especies y del ambiente. Sin embargo, los consejos no están requeridos a recopilar ni usar información sobre el ecosistema en donde viven los peces, ni las interacciones que afectan a las poblaciones de peces. Por lo tanto, todavía existe el riesgo de tomar decisiones de manejo que puedan ir más allá de lo que las poblaciones de peces pueden soportar.
Cuando la ley Magnuson-Stevens, la ley principal de pesca de EU, se revise debe ser modernizada para que se dirija a los consejos a desarrollar planes de pesca basados en el ecosistema. Estos planes podrían ayudar a los administradores pesqueros a prever patrones futuros, incluyendo aquellos en un océano de condiciones cambiantes. También permitirá identificar lagunas en el conocimiento científico al considerar los intercambios entre acciones de manejo, mejorar la efectividad de las medidas de manejo y reducir la incertidumbre para los negocios y las comunidades que dependen de ecosistemas saludables para su modo de vida. La ley debe mantenerse a la par con los cambios significativos que están afectando a nuestro ecosistema.
La ley Magnuson-Stevens cumplió 40 años y podría beneficiarse de una actualización. Ya es tiempo de un nuevo enfoque en el manejo de pesquerías. Conozca más aquí.