Ted Ames, un pescador convertido en investigador, ha reconstruido la historia del bacalao en Maine.
Ted Ames, un pescador convertido en investigador, ha reconstruido la historia del bacalao en Maine.
A principios de los ‘90, era obvio que algo andaba mal con los abastos del bacalao de Nueva Inglaterra. Las poblaciones estaban cayendo precipitosamente y pronto colapsarían. El pescador de langostas de Maine, Ted Ames, concluyó que algo estaba mal con los mapas y las cartas oficiales que identificaban las áreas de hábitat críticas donde se sabía que los peces se juntaban para desovar. En los mapas solo se presentaban dos lugares en el Golfo de Maine.
“Nosotros sabíamos, a base de en nuestra experiencia a lo largo de la costa, que habían muchas otras áreas que nuestros padres y abuelos habían aniquilado”, dijo Ames. “Y sabíamos que nosotros estábamos cometiendo el mismo error nefasto”.
Ames tenía una sospecha de que la pesca sustentable dependía de una comprensión más completa de los lugares donde los bacalaos prosperaban a lo largo de la costa en el pasado. Lo que él aprendió al llevar a cabo una reconstrucción minuciosa del pasado podría ayudar a dirigir el camino hacia la recuperación de la especie y un mejor enfoque a la administración de las pesquerías con una visión de gran escala.
Muchos lugares históricos de desove para el bacalao parecen estar relacionados a lugares con grandes abundancias de pequeños peces de carnada.
Él comenzó hablando con diferentes pescadores. Entrevistó a los “lobos de mar” de las comunidades costeras desde la Bahía de Ipswich en Massachusetts hacia el norte hasta la Bahía de Fundí en Canadá lo cual reveló un complejo mosaico de lugares donde antes se pescaba el bacalao, incluyendo áreas de desoves que no aparecían en los mapas oficiales.
“Hemos descubierto varios miles de acres, mucha más área de hábitat de desove de lo que antes se conocía”, dijo Ames. Al enlazar estas historias orales con datos de los lugares tradicionales de pesca, demostraron los movimientos que llevan a cabo los peces durante las migraciones por temporadas y Ames aprendió que las aguas de Maine una vez incluyeron docenas de sub-unidades de poblaciones menores de bacalao que se reunían en ciertos lugares, cada uno en un “nodo” importante que ayudaba a propagar la especie.
“Fue un descubrimiento increíble,” dijo Ames. “Habíamos destruido una a una estas sub-unidades reproductivas”. Hubo algo que mantuvo inquieto a Ames y era que el bacalao todavía regresaba durante una temporada a algunas áreas de la costa, pero a otras no. Él se cuestionaba por qué.
“Entonces me di cuenta”, recuerda Ames. “¿Qué es lo que tienen para alimentarse?”
Al restaurar las poblaciones de alosas y otras especies de arenques de río, se pudiera a su vez ayudar en la recuperación del bacalao.
La clave para este descubrimiento llegó cuando se sobrepusieron dos mapas. Uno mostraba los lugares históricos de concentraciones de bacalao y el otro mostraba las bocas de los ríos dónde los peces que son presa del bacalao pasaban del río al mar en sus migraciones. Tristemente las represas, la contaminación y la sobrepesca habían reducido especies de arenques, tales como las alosas, a lo largo de muchas partes de las costas.
“Fue cómo, ¡wow! Esta información ha estado frente a nosotros todo este tiempo”, notó Ames. Las alosas y otras especies de peces de carnada estaban escaseando, también escaseaba el bacalao. “Tenía algo que ver con esos ríos en esas áreas”. Ames piensa que restaurar y administrar sustentablemente a las poblaciones de alosas, arenque del Atlántico y otras pequeñas presas, colectivamente conocidos como peces de carnada es esencial para la recuperación del bacalao también.
“Yo fui pescador por aproximadamente 25 años y lo amé. Es un negocio fantástico y me ha destruido el corazón ver como se ha marchitado tristemente. Verdaderamente me gustaría verlo sobrevivir”, dijo Ames. “Sin pescados no habrá pescadores. Ese es el resultado final”.
En el 2005, Ames ganó una beca prestigiosa de la Fundación MacArthur, que comúnmente se conoce como el “premio genio”. Él dijo que aprecia el “púlpito de bully” que este reconocimiento le ha dado a su trabajo, pero se aleja de la distinción de genio con la humildad que lo caracteriza: “Debes recordar que hasta el grupo de MacArthur puede equivocarse ocasionalmente”, dijo al soltar unas risas.
Yo diría que la Fundación MacArthur tenían un objetivo en mente cuando seleccionaron a Ames y él también.
Mientras los legisladores consideran cambios a la ley federal del manejo de la pesca en nuestros océanos, tenemos una oportunidad de colocar estas importantes recomendaciones de trabajar con un enfoque de gran escala que incluya la protección de los peces de carnada y las áreas de desove.
La Ley de Magnuson-Stevens se cumplió 40 años en abril y podría beneficiarse de una actualización. Ya es tiempo de un nuevo enfoque en el manejo de pesquerías. Conozca más en http://www.pewtrusts.org/healthyoceans.