La mejor manera de asegurar la salud de nuestros océanos es mediante la protección de las especies marinas y sus hábitats. Pero ésto es un reto, ya que las especies del océano –especialmente las migratorias, como las ballenas, tiburones y tortugas de mar- navegan entre una embestida de anzuelos, redes y plásticos durante su migración anual de cientos, y hasta miles, de millas. En esta compleja autopista marina, las áreas donde las especies migratorias pueden reunirse de forma segura para descansar, comer, y reproducirse, como las reservas marinas totalmente protegidas, son críticas para su supervivencia.
Casi 500 millas al oeste de la tierra firme mexicana, y 250 millas al sur de la Península de Baja California, se encuentra una cadena de cuatro islas volcánicas –el Archipiélago de Revillagigedo- en plena convergencia de dos corrientes oceánicas y a través de dos placas tectónicas. La combinación de las corrientes y el sistema de montañas submarinas crea las condiciones perfectas para afloramientos, que suben los nutrientes desde el fondo del océano hacia la superficie, y suportan una gran variedad de vida marina.
La abundancia de nutrientes y el albergue que proveen las islas hacen del archipiélago una parada crítica en la ruta migratoria de las ballenas, tortugas marinas, y los tiburones. Cada año, las ballenas jorobadas dejan las frías aguas de la Columbia Británica y Alaska y viajan miles de millas para pasar el invierno en Revillagigedo. Las tortugas marinas verdes migran desde el sur de California para colocar sus huevos, con nidos que pueden alcanzar los 500. Y entre las 37 especies de tiburones y rayas que viven al menos parte del año en Revillagigedo están el tiburón martillo, el icónico gran tiburón blanco, y el tiburón ballena, que atraen turistas de todas partes del mundo. Los científicos han descubierto que las especies de tiburones que visitan Revillagigedo también viajan al Golfo de California en México, y quizás hasta las Islas Galápagos en Ecuador, o Isla Cocos en Costa Rica. Salvaguardar puntos de referencia críticos, como es Revillagigedo, puede fortalecer las poblaciones de esos depredadores ápice en el océano Pacífico.
Afortunadamente, proteger éste ecosistema único –Patrimonio Mundial de la UNESCO que alberga arrecifes vírgenes, masivas escuelas de tiburones, grandes concentraciones de manta rayas, y cientos de especies de peces (incluyendo 26 especies que no se encuentran en ningún otro lado del mundo)– es una prioridad del gobierno mexicano.
En las conferencias de “Nuestro océano” en Malta en octubre, y en el Congreso de Áreas Marinas Protegidas que se realizó en Chile en septiembre, autoridades mexicanas compartieron el compromiso de su país en preservar la riqueza natural de estas islas, al crear una reserva marina totalmente protegida de 60,000 millas cuadradas (150,000 kilómetros cuadrados). Esta área protegida será la más grande de México, y resguardará no sólo un epicentro de biodiversidad, sino también un hub de conectividad biológica a través del Pacífico.
Si México cumple su promesa, se unirá a un grupo de naciones tan grandes como Estados Unidos y tan pequeñas como Palao que han establecido reservas marinas totalmente protegidas y bien manejadas, lo que ha sido científicamente comprobado que fortalece la salud y la resiliencia del océano. Más estados deben ahora seguir el ejemplo que nos está dando México; los países que actúen protegerán las especies y hábitat en sus aguas y proveerán beneficios que van mucho más allá de sus fronteras.
Randall Arauz es biólogo marino, fundador del Sea Turtle Restoration Program Association, y Pew marine fellow.
Matt Rand es director del Pew Bertarelli Ocean Legacy Project.